- Busca una actividad que te agrade e incrementa los niveles de actividad física.
- Desayuna de manera nutritiva y consume la cantidad necesaria de alimentos para evitar los tentempiés frecuentes.
- Si necesitas energías a media mañana o a media tarde, puedes tomar una barra de cereal sin azúcar, o un yogur, o una fruta.
- Reduce la cantidad de azúcar que agregas a las infusiones.
- Elimina las bebidas gaseosas o "sodas" e incorpora jugos de fruta natural. Agua mineral, compotas y el té en todas sus formas: negro, verde o común.
- Cambia la leche entera por leche descremada o semi - descremada.
- Reduce un poco las porciones de las comidas, en especial la de la cena.
- Reduce el uso de mantecas, margarinas, mantequilla y mayonesa.
- Elimina las bebidas alcohólicas, en especial la cerveza.
Si todos estos cambios te parecen demasiados, recuerda no es necesario sentirse abrumado. Puedes introducirlos de a dos o de a tres, es decir, de a poco.
En la medida en la que te vayas sintiendo mejor, sentirás más deseos de incorporar nuevos cambios a tu nuevo programa de alimentación.
No solamente se trata de una cuestión estética: tu propensión a enfermedades graves como la diabetes y las enfermedades del corazón se verá disminuida con estos cambios.
Un cambio total y permanente de tus patrones de alimentación, podría sonar algo complicado, pero es simple: se trata de comer bien de aquí en más. Comer bien, de manera sana, está directamente relacionado con la pérdida de peso.
Por eso, si deseas perder peso, debes enfocarte en mejorar tu salud. Es decir, en mejorar tus patrones alimentarios para mejorar tu salud. Y la pérdida de peso, de seguro, vendrá como resultado de recobrar la salud perdida. No olvides que la obesidad es una enfermedad.
La base de la pérdida de peso no está en los suplementos alimentarios, ni en las píldoras para adelgazar, sino en un correcto plan alimentario sostenido en el tiempo, preferiblemente de por vida, apoyado por una rutina de vida que incluya el movimiento: caminar, correr, nadar hacer gimnasia o practicar algún deporte.
Además, la comida sana y el realizar movimiento físico tienen una directa relación con el "sentirse bien".
Al estar más sana y más delgada, una persona se siente bien internamente y de manera externa: se siente más contenta con lo que ve en el espejo y eso, en combinación con sentirse más ligera debido al peso perdido y al recobro de la salud, la hace sentir bien, ¡mejor cada día!
¿Y sabes en qué desencadena todo esto?
No sólo en una mejora sustancial en la salud, sino en elevar nuestra autoestima. Y se forma un círculo vicioso positivo: "cuanto más sano estoy, más feliz me siento, más delgado me veo, y más me estimo a mí mismo".
Y, entonces... si comer bien es tan importante... ¿por qué muchas veces engordamos?
Desdichadamente, muchos de nosotros no hemos sido educados para comer bien. No hemos sido educados con buenos patrones de alimentación.
Quizá nuestra madre o nuestra familia utilizaba la comida como premio o castigo (¡a la cama sin postre!, ¡te traje muchos dulces porque hoy te has portado bien!). Quizá en nuestra familia ya estaban instaurados los patrones incorrectos de alimentación, pues creían que si se nos veía como bebés y niños un tanto obesos, nos veríamos más sanos.
Pero no tienes que repetir los errores del pasado. Si de veras deseas curarte por dentro y por fuera, adopta tu nuevo plan de alimentación y no lo abandones: recuerda que debes comer "siempre" los alimentos recomendados en la cantidad recomendada y realizar la actividad física recomendada.
De este modo, la energía que la comida le brinda a tu cuerpo ya no se convertirá en grasa sino en eso mismo: -en energía-.
Los alimentos de tu nuevo programa alimentario se convertirán en el combustible de tu organismo.
Por eso, para vivir bien "ponte a dieta" si lo deseas, "pero conserva tu salud":
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