Además de proporcionarnos paz,
cultivar el silencio nos permite controlar los sentimientos de rabia,
frustración e inquietud.
Al mismo tiempo desarrolla la fuerza
de voluntad, aumenta la concentración y hace posible recuperar la energía cuando
estamos exhaustos.
¿Cómo lograrlo?
Busque
un lugar en el que
pueda estar solo, sin interrupciones.
Organícese para reservar un espacio de tiempo diario, donde no sea
requerido por nada ni nadie.
Estando
de pie, muy derecho,
quédese en silencio y concéntrese en la quietud de su cuerpo. Después de unos minutos verá cómo empieza a
producir energía, naturalmente, sólo con su fuerza interior.
Para
que este ejercicio sea
provechoso, evite recordar, calcular o proyectar ideas. Sólo esfuércese por estar sereno.
Cultivar
el silencio también
permite acelerar el proceso de recuperación de una persona enferma, porque así
el organismo vuelve a energizarse.
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